Esperpentaña ha terminado arrastrada a tal estado de descomposición de vientre por las sanguijuelas de porte porcino de la mamporrería, la mamada y la mamandurria que abarrotan sus apestosas y nocivas cloacas, que muy pocos de nuestros jóvenes emigran ya al extranjero en busca de mejores oportunidades de futuro o empujados, tal y como afirman ciertos bocazas con tanto cinismo y tanto patriotismo impostado como nauseabunda halitosis, por un indomable e irreflexivo afán por tratar de gozar de extraordinarias, muy emocionantes y novelescas aventuras a lo Mistress Branican, o por vivir nuevas y enriquecedoras experiencias y conocer mundo en plan Gerald Brenan. No; nuestros jóvenes huyen. Ah, quién tuviera ahora veinte años.
(ppocilga)
1 comentario:
El cartel no tiene desperdicio
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