Dedicado a Paloma.
A la caída de la tarde el sumo pontífice sube a tomar el aire a la azotea. Sus pretiles los decoran las catorce estaciones del “Vía Crucis” con sus respectivas cerámicas entre macetas de rosales, mientras el borboteo del agua procedente de una fuentecilla central ahoga el hostil ruido del entorno. Allí pasea, medita y reza hasta el anochecer. Una planta más abajo está su apartamento, cuyo espacio central no es el comedor o sala de estar de cualquier casa, sino su capilla particular, donde da misa de siete de la mañana. Un altar de mármol blanco mira hacia su virgen favorita, y para rezarla se arrodilla en un reclinatorio de bronce, que tiene grabado el símbolo del pelícano, del que cuenta la leyenda que con su propia sangre alimenta a su prole cuando hace falta. En la parte de atrás, escondidas de miradas indiscretas y curiosos, están las estancias del dormitorio, el baño, el gabinete de trabajo y otras habitaciones tan originales como la sala-vestidor de las múltiples ceremonias religiosas, la sala de audiencias particulares o privadas donde recibe a los obispos de todo el Mundo, al menos una vez cada cinco años; un pequeño gimnasio y un punto de servicio para reparaciones dentales. La despensa está junto a la cocina. La regentan media docena de monjas de la Orden que se designa, encargadas de hacer la compra y la comida según las necesidades de cada día. El Papa almuerza en una mesa donde no caben más de una docena de invitados. Algunos lo han hecho en soledad –como Pio XII, que se deleitaba con la música de sus canarios Hansel y Gretel-, otros prefieren estar con sus familiares y allegados, y los hay también que invitan a la curia y personalidades relevantes de la política, en lo que llamaríamos “comidas de trabajo”. La segunda planta tiene dos habitaciones para su biblioteca, una sala de audiencias para el público y los despachos de su segundo secretario y su secretario particular. Si seguimos descendiendo llegaríamos a la cripta, donde están enterrados todos los “papas” de la Cristiandad desde San Pedro, en tumbas de mármol blanco sin ningún adorno.
Para saber más: GÓMEZ BORRERO, PALOMA. La vida cotidiana en el Vaticano. Madrid. Plaza y Janés. 1996.
(¢) Carlos Parejo Delgado
2 comentarios:
Pero Bergoglio, según tengo entendido, ha renunciado al apartamento papal, ¿no?
Si, esta descripción es del papa Woytila
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