"—Bueno, de ahora en adelante todo cambiará —gritó, y desde ese momento comenzó a denominar cuadro a la cama."
Peter Bichsel (de "Una mesa es una mesa")
Al Director del Departamento de Administración y RR.HH.
Estimado colega:
Justo hoy se cumplen tres meses desde que, desde este Departamento de Comunicación, se solicitó al que, con tan buen criterio y talante, diriges, "la dotación del despacho del Jefe de Prensa con una pequeña mesa redonda para reuniones y cuatro sillas con ruedas y brazos".
Como quiera que, con la diligencia que en todo momento caracteriza al Departamento de Administración y RR.HH., así se nos ha solicitado desde el mismo, en escrito recibido a primeras horas de esta mañana, el propósito de este otro es justificar la necesidad del citado mobiliario.
En el fondo no deja de ser una cuestión baladí, así como una pérdida de tiempo, ya que con sólo solicitar, sin más, una mesa de reuniones, resulta evidente que el objeto requerido es una mesa y su propósito o utilidad o destino o fin no es otro que el de posibilitar que un grupo de personas puedan reunirse en torno a la misma. Mesa de reuniones: estos tres simples vocablos, así dispuestos, ya lo dicen todo.
Pero, bien, en vista de que se nos ha instado a justificar la citada petición más allá de lo que, en nuestra modesta y seguro que poco fundamentada opinión, resulta evidente y más que suficiente, trataremos de hacerlo de modo que no resulte un ejercicio de retórica vana, hueca o sin sentido al respecto.
Comenzaremos señalando, a modo de preámbulo, que la Historia de la Mesa es ya larga, tanto que casi se pierde en los albores de los tiempos. Así, las primeras mesas conocidas datan de unos 30 siglos antes de Cristo y aparecen en la época predinástica del Egipto Antiguo.
Por otra parte, sería prolijo enumerar la infinidad de casos en los que la mesa aparece como protagonista en las artes, la Historia o la leyenda. Pero, por no dejar de citar quizás la tal vez más conocida, habremos de referirnos a la leyenda del rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda, mesa en torno a la cual se reunían los citados caballeros y su rey para debatir y tomar decisiones en relación a los asuntos cruciales del reino.
Ya centrándonos en el asunto que nos ocupa, y a fin de clarificar conceptos, por si a alguien le fuese necesario en tu Departamento, diremos que, según el primero de los 14 significados diferentes que figuran en el diccionario de la Real Academia Española, una mesa (del latín "mensa") es un "mueble, por lo común de madera, que se compone de una o de varias tablas lisas sostenidas por uno o varios pies, y que sirve para comer, escribir, jugar u otros usos".
Evidentemente, en la definición ya anteriormente citada, tiene cabida una amplia tipología según formas, tamaños, cometidos, etc. de estos muebles. Así, podemos citar, entre otras, la mesa camilla, la mesa de despacho o escritorio, la mesa de juego, la mesa de billar, el velador, la consola o el pupitre.
Y, en cuanto a las utilidades, además de las citadas por el DRAE (comer, escribir, jugar), pueden ser tantas como pueda llegar a imaginar el ser humano. Por citar la que aquí nos interesa, y que no aparece recogida de manera explícita en la definición acuñada por nuestros académicos de la lengua, una mesa es un mueble susceptible de ser utilizado para propiciar la reunión y el debate. En torno a una mesa se han urdido las mayores conspiraciones de la Historia o se han planificado los crímenes más espantosos. Pero también se han fraguado grandes avances para la Humanidad, al haber dado a luz en su redor al desarrollo y progreso de derechos fundamentales ciudadanos y humanos. Pero, como ya se ha apuntado, una mesa puede ser utilizada para un sinfín de asuntos como el estudio, el entretenimiento o, entre otros muchos, para la gozosa y saludable práctica del sexo. En este sentido, ya es un clásico del séptimo arte la tórrida escena protagonizada por Jack Nicholson y Jessica Lange sobre una mesa de cocina en "El cartero siempre llama dos veces", película dirigida por Bob Rafelson en 1981, y basada, como bien sabes, en la novela del mismo título de James M. Cain.
En fin, para ir acabando y no hacerte perder más tiempo como destinatario último de este escrito, y, asimismo, evitar desperdiciar más del suyo a quien lo redacta, me veo, a fin de evitar futuros malentendidos, en la obligación de indicar que, sin descartar que en alguna ocasión esporádica la mesa solicitada pudiese ser utilizada para alguno de los usos reseñados por el DRAE u otros de los citados en este escrito (si los caminos del Señor son inescrutables, mucho más lo son los del ser humano), su finalidad principal (como su propio nombre -"mesa de reuniones"- indica) es la de reunirse en torno a la misma y en el lugar indicado. Es decir: el despacho del Jefe de Prensa de este Departamento de Comunicación.
Esperemos que este escrito, además de servir para justificar lo, en nuestra opinión, ya justificado de antemano por evidente, lo sea también para evitar que en alguna ocasión pudiera llegar a suceder en lo relativo a asuntos similares al tratado (u otros), lo narrado en el conocido cuento de Peter Bichsel, en el que el protagonista acaba cada mañana dando nombres diferentes a los que les son propios a las cosas, con lo que termina por no ser comprendido por nadie ni por comprender a los demás. Una mesa es una mesa (que así, como ya sabes, se titula el cuento), y la solicitada, al ser una mesa de reuniones, tiene por objeto evidente servir de soporte físico a la reunión de personas para tratar asuntos propios de la labor que desempeña el Jefe de Prensa de este Departamento.
Creo que, con esto, la petición de referencia está suficientemente justificada. No obstante, si así lo consideras conveniente, no dudes en comunicárnoslo, y con sumo gusto elaboraremos una adenda a este escrito, en relación con el asunto de las cuatro sillas.
Sin más, recibe un atento y cordial saludo.
Firmado: El Director del Departamento de Comunicación.