domingo, 21 de marzo de 2010

La sublime belleza de lo herido


“Su belleza
era la luz de los cuchillos.”

Piedad Bonnett

Mira esa luz
Triunfante en los espejos
Limpia
Sin una sombra

Victoriosa
Sin un solo rasguño
Ni marca de batallas
El lustre de sus huellas
Su tiempo bien planchado
Siempre a resguardo
Siempre
Colores combinados con esmero
Las horas por delante
Sin el rojo encendido de la sangre

Solsticio helado y puro
Voraz como un cuchillo
Violento entumecido
Naturaleza muerta.
Mira después
La sombra
La nausea en sus zapatos
La llaga equinoccial
Que estalla se retuerce
Que erige en la derrota
Su frágil equilibrio
Muriendo
Retoñando
Dejándose el aliento
Prendido en las espinas
Del viento y de la rosa
Su sangre
Roja enferma
Sus tripas desahuciadas
Hastiadas de destiempo
Su piel lívida y mórbida
Rasgada hecha jirones
Desnuda expuesta al hielo
Su trémulo caudal
Vertiendo sin medida
Agónico y vital
Su insólita belleza.
Ciega esa luz mortal
De acero hambriento y frío

Y alúmbrate en la entrega de las sombras
La cálida y sublime
Belleza de lo herido.

Fotografía: Helmut Newton.

3 comentarios:

Milena dijo...

Radiante,

elegante,

tómese a pequeños sorbos,

y envuélvase

de todos sus dulciagrios matices

....de luz



Besos, co-razón !!

SantiagoPabloRomero dijo...

Esta vez
ese incisivo
huele el característico
sabor
esta vez
no escapará
entre mis dedos

saludo,León.

Elsa dijo...

Maravilloso, Rafa.

Un beso.