sábado, 6 de marzo de 2010

Diploptera punctata


El hombre diminuto de manos colosales como abismos ha ajustado a su rostro una máscara, un gélido bozal, asfixiante mordaza –exhala el sepulcro una luz sin aliento, fosforescencia a destajo herida de sombras. El bosque, fascinado ante tan sorprendente como inexistente metamorfosis, se enternece y, con la timidez y la inocencia de un niño en única y primera confesión, generoso y menstrual le abre paso. El hombre, que una vez quiso ser pájaro, se arrastra devastado por la precaria senda y se sueña alzando el vuelo de entre el légamo. Mas de la máscara sellando a sal y espanto el dolor ya no fluye. Y crece y se empreña y presiona el latido y se impone lastrando, desgarrando las alas, corrompiendo lo muerto.

3 comentarios:

Fanny dijo...

Nunca escribo, pero siempre te leo. Y es un placer.

Abrazos siempre

ralero dijo...

Gracias, Fanny.

Un abrazo.

Prometeo dijo...

Un placer este corto realto lleno d eun magico realismo...un abarzo