Hacía un calor de justicia. Sí, el bochorno era tan inclemente y brutal como el postrer aullido del pastor de una secta apocalíptica. Con la espalda recostada sobre la exigua sombra que, con el sol en su cenit, ofrecía la tapia recién encalada del huerto, Luis sudaba con la profusión con que lo haría en su última madrugada un condenado a los pies del patíbulo. Y recordaba. Recordaba aquellos tiempos, ya tan lejanos, en los que Lucía siempre estaba a su lado cuando necesitaba que lo aliviase en sus labios de la fiebre fría y el temblor de la cellisca. Junto a una enorme roca caliza que se ceñía al camino como un abrazo, un gélido lagarto, inmóvil como una estatua de sal, parecía observarlo entre la caución y la indiferencia. Su piel, de un color crudo casi transparente, y ornada por lunares tan negros como la obsidiana, brillaba hiriente aun sin que se viese en ella reflejada la luz del sol. Luis se entretuvo haciendo cálculos sobre su longitud: unos 60 centímetros, estimó, desde la cabeza a la cola.
–Qué vida más arrastrada, compañero –masculló Luis dirigiéndose al reptil mientras, escaldándose brazos y manos, se encaramaba jadeante a lo alto de la tapia tras la que asomaban las ramas desnudas de una gran higuera seca.
El lagarto no dijo nada. Se limitó a seguirlo indolente con la mirada, ahora ya inyectada en sangre, en tanto el aire se iba impregnando de presagios de mandrágora.
–Qué vida más arrastrada, compañero –masculló Luis dirigiéndose al reptil mientras, escaldándose brazos y manos, se encaramaba jadeante a lo alto de la tapia tras la que asomaban las ramas desnudas de una gran higuera seca.
El lagarto no dijo nada. Se limitó a seguirlo indolente con la mirada, ahora ya inyectada en sangre, en tanto el aire se iba impregnando de presagios de mandrágora.
2 comentarios:
Esta tarde le leeré el texto a mi padre,pastor de profesión y vocación ,más de la mitad de su vida.
Hablaremos de la miel de los higos deshaciéndose en la boca del goloso Luis,del lagarto que disfrutaba del sol,y si el aire traía presagios de mandrágora...seguro que me comentará la mala suerte que correrá el gánado.
Bon dia!!!
besos
Dafne
Hola Rafa!
No sé qué me gusta más, si tus versos o estas historias llenas de magia. Bonita metamorfosis. (O eso fue lo que yo entendí jajaja)
La palabra mandrágora me encanta. No me refiero a la leyenda de la planta, digo a la pronunciación. ¿Será por lo de las libélulas?
Besos…
Tengo una duda, no sé si me pasa sólo a mí. Tu página me abre dos más del Mercado libre. ¿Están instaladas en la plantilla?
Publicar un comentario