Ya sé que he prometido, hasta la muerte,
Fingir que para mí no has existido,
Mudarte en mi memoria por olvido,
No hablarte, no escribirte, no ir a verte;
Tratar de que mis sueños, vida y suerte
No pendan de la llama de aquel nido,
Por siempre y desde siempre ardor prohibido,
Grabado aun en mi entraña al aguafuerte.
Mas es tan obstinada la añoranza,
Tan terco el corazón e independiente,
Que, a veces, pulverizan la pujanza
Que puse en mi promesa displicente,
Haciendo que hasta en la desesperanza
Te busque, de mis votos, disidente.
8 comentarios:
Si hay un sentimiento que cada día me gusta menos y además me enrabieta ,es el amor,porque que sé que siempre lleva implícita la otra cara,la del des-amor.Los poemas de amor a veces me resultan empalagosos,por poco creyente..por el contrario sus opuestos al leerlos me gustan tanto,por reales...que duelen
besos
dafne
¿Que les decimos a estos científicos locos que dicen que se ama con la cabeza?
Acertado, muy acertado el comentario anterior.
De todos modos creo que si se puede salir del laberinto.
besos.
Promesas que a veces cuesta cumplir, Rafa; pero el olvido es posible.
Besos poeta
Yo nunca hago promesas, me da miedo no cumplirlas y soy supersticiosa, herencias.
Un poema conmovedor, y es la vida misma. Un gozo leerte.
Un abrazo grande, Rafa, poetazo.
Los sonetos ¿porque... esto es un soneto... o no? parecen salirte sin esfuerzo alguno por cuadrar "aquello", como si se encajara solo, y... que está bien lo de ser hasta disidente de nuestras propias intenciones. Quizá no Debemos ser rotundos en nada, siempre es buen momento para cambiar de idea -hecha exclusión de los valores universales, que no deben estar al vaivén de las emociones-.
Un beso. PAQUITA
Es un poema, lo que se dice, redondo.
A riesgo de repetirme una y mil veces, tengo que decírtelo ¡qué bien escribes!
¡Qué maravilla!! Madre mía, he tenido que tragar saliva. Qué forma tan hermosa de relatar la propia vida. Es el destello de la verdadera poesía. Me ha explotado en el corazón.
Gracias, Raquel. Algo así me sucedió a mí, que los ojos de la niebla estallaron en mis venas comándolas de una luz imprescindible.
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