miércoles, 22 de agosto de 2007

Ventisca

Tras la estación de los pájaros,

Un vendaval de alas muertas

Se desmiembra cayendo de los árboles

Como cuchillo en la niebla.


* * *


Viene la encapuchada con cada ocaso

Y, tras la cena postrera en honor

De los siete pecados capitales,

Acciona la muda palanca

Que agita los sueños:


Gimen de espanto los muertos,

Como ergástula que se abre a borbotones,

Y en el cielo sin luz, las alondras

Se inmolan al contraluz

De un sacramento a bocajarro


-Esquirlas de nube volando-.


* * *


Sube y penetra una nieve negrísima

Hasta la sal de los párpados

Y un firmamento, vacío de esmeraldas,

Se abate cegando el pozo

Del deseo intransitado.


Está la noche calma,

Queda entre el mármol:

Fulgor de fósforo opaco

Consumiendo como el llanto.


* * *


Hoy es domingo,

Domingo violeta.

El último domingo


Y es violeta.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Abrazos dorados, amigo mío; no violetas, dorados.

Anónimo dijo...

Imaginar que el viento lleva alas muertas es triste, en domingo y en un color místico y espiritual. Falta la ceremonia ritual, quizá si la encapuchada fuese esa caperucilla roja que tienes por aquí cerquita todo se animase un poco, :), un beso

Anónimo dijo...

Abrazos también para ti, Paco.

Leuma, jeje, sí, la verdad es que puede que la cosa se animase no un poco, sino bastante. Aunque uno no sea muy lobo, jajajajaja. Besos.