A la derecha de Pío XII, los más de diez mil habitantes del barrio de Retiro Obrero presumimos de ser uno de los pocos barrios octogenarios de la Sevilla olvidada. Y aún conservo más del 80% de las primitivas construcciones y el paisaje arquitectónico regionalista de los años 30, cuando se me terminó, impulsado por el Real Patronato de Casas Baratas.
Esta barriada tiene como ejes principales, la calle Arroyo, una vez soterrado el curso fluvial del que recibía dicho nombre, la antigua carretera de Carmona y el camino de Miraflores. Éste, abatidas las murallas de la Sevilla intramuros, es el que sirve de principal espina dorsal al barrio. Su historia en el último siglo y medio ha sido muy cambiante. Fue un importante eje industrial y de ocio en la transición de los siglos diecinueve al veinte. Hubo aquí un coso y escuela de tauromaquia y la venta La Taurina. Pero, sobre todo, y con un orden parecido al barrio Este de Londres, las fábricas se disponían en fila en torno a la avenida de Miraflores, sólo intercaladas por algunos chalés y casas e estilo regionalistas, donde vivían los patronos. De éstas quedan dos o tres, si acaso. Y es que allí se instalaron numerosas fábricas en elegantes edificios de estilo arquitectónico regionalista. Es decir, con fachadas a ladrillo vista y muchos adornos con cerámicas y azulejos.
Pero desde principios del siglo veintiuno el patrimonio arquitectónico industrial del Retiro Obrero ha quedado desprotegido en gran parte y la oleada especulativa inmobiliaria le ha dado bocados estéticos en forma de modernos bloques de pisos, que poco tienen que ver con el pasado de esta avenida. El Retiro Obrero queda ahora como partido en dos por las más de mil viviendas n bloques de pisos de gran altura que se construyen para parejas jóvenes de ingresos medios en el entorno de la Carretera de Carmona.
El primer paso fue la barriada La Rosaleda, que se construyó sobre la antigua fábrica de Bordás y Chinchurreta. Ahora, tras la crisis inmobiliaria 2007-2017 se levantan aquí 800 pisos más como los de Residencial Atalaya. Tantos como en Pino Montano o Sevilla Este. Y vienen acompañados de nuevos gimnasios y tiendas y, sobre todo, de nuevos bares, la principal industria de la ciudad.
De las antiguas fábricas se conserva -para posible Centro Cívico y Museo- la fábrica de vidrio de La Trinidad, pero también hubo fábricas de tejidos w hilaturas de seda La María, la fábrica de ballestas industriales, una fundición de bronce. Naves de aderezo de aceitunas y de elaboración de tapones de corcho, etc. Y al final de este camino con densas arboledas laterales, estaba el campo y edificios aislados tan simbólicos como la Casa Cuna y el desaparecido Manicomio de Miraflores (con más de 1.500 internos).
En la segunda mitad del siglo veinte las ventas y tabernas fueron sustituidas por restaurantes y supermercados. Y aún hoy estoy bien nutrida de todo tipo de tiendas y comercios.
El barrio de Retiro Obrero en sus calles estrechas y recoletas sigue siendo modélico pos tratarse de vías soleadas. Algunas albergan mus manzanas de casas con un pequeño patio delantero y otras a bloques de pisos de mayor altura, ideados para las familias más pobres. Casas y bloques amplios y blanqueados de cal, que sólo tenían comparación con lugares como el barrio inglés de Huelva. Hoy día, su arquitectura residencial está bastante desvirtuada por la renovación urbana.
Otro aspecto antaño notable es que esta barriada fue concebida para que fuera autosuficiente desde el principio en relación con las necesidades comunitarias más básicas. Que ocupaban los edificios de entrada a la barriada: economato, escuela, biblioteca, iglesia, casa de baños y piscina (la primera que hubo en Sevilla) y un dispensario médico.
Equipamientos que quedaron vacíos y en desuso en los años sesenta. A pesar de ello, la Asociación Histórica Retiro Obrero lucha por la conservación y restauración de su patrimonio original. Ye hemos mencionado cómo se ha propuesto que el Centro Cívico y un Museo se instalen en la Fábrica de Vidrio, también se pretende la reconstrucción de las casas de baño, así como de la administración del barrio, derribadas en 2003, para convertirlas en un centro de mayores para la tercera edad. Y es que aquí está la población más envejecida de la ciudad: seis de cada diez superan los 65 años. Aunque la masiva construcción de nuevos pisos puede ser botón de muestra de su paulatino rejuvenecimiento.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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