En los antiguos barrios obreros de la Macarena Norte (barriadas como Doctor Marañón, Begoña-Santa Catalina, El Cerezo, El Rocío-El Torrejón, Hermandades del Trabajo-La Carrasca, La Palmilla y Villegas-Los Príncipes) residimos gran parte de los veinte mil emigrantes pobres de cien nacionalidades que vivimos en Sevilla. Por el contrario, americanos, franceses o ingleses residen en barrios acomodados (Nervión, Santa Clara, Triana, etc) o el Casco Antiguo.
Surgimos como barrios a mediados del siglo XX sobre antiguas huertas. Vivimos en bloques de pisos de 4 y 5 plantas sin ascensor, un centenar de nacionalidades, a modo de torre de babel: nicaragüenses, colombianos, venezolanos, bolivianos, peruanos, ecuatorianos, chilenos; senegaleses, nigerianos, argelinos o marroquíes; eslovacos, rumanos, albaneses y ucranianos; y árabes y chinos. Debido a nuestros escasos salarios (la renta media no supera los 18.000 euros al año) cada piso suele estar habitado bajo la bandera de una misma nacionalidad, y compartidos mediante su división por habitaciones. Por ellos pagamos menos de mil euros al mes entre todos (de 5 a 10 personas hacinadas en pisos de 40 0 60 metros cuadrados).
Algunos pisos también funcionan como negocios hosteleros de bajo costa. Son los pisos-patera donde permanecemos efímeramente decenas de emigrantes mientras tomamos impulso para llegar al resto de España o Europa. Estos son pisos donde cada día de estancia se paga una cifra mínima- de hasta 8 euros -por dormir en la azotea-, de 3 euros a los que vienen para utilizar la ducha y de 10 por hacer la colada en la lavadora. La picaresca consecuente es que consumimos unas cantidades enormes de agua que superan las del resto de los vecinos de cada bloque; y, como no hay contadores individuales, otros vecinos se quejan.
El paisaje urbano tiene aquí la huella impresa de esta presencia extranjera – sólo cinco de cada cien en la ciudad- en forma de locutorios, cibercafés, tiendas afro, carnicerías islámicas, peluquerías tribales y nacionales, y otras tiendas propias como las de cosmética o moda, o de la abundancia de restaurantes de cocina étnica.
También encontramos aquí al imán de una mezquita o una iglesia evangélica nigeriana. Son otros caminos de espiritualidad.
De estos barrios salimos cada mañana muchísimas cuidadores de mayores y niños, y cientos de vendedores ambulantes, manteros y vendedores de semáforo, que inundamos los diferentes barrios de Sevilla capital.
Cuando volvemos al anochecer se nos ve congregados en determinadas plazas, charlando y divirtiéndonos hasta la madrugada. Y uno puede pensar fácilmente: ¿Estamos en Sevilla? ¿Dónde están los sevillanos?
(¢) Carlos Parejo Delgado
1 comentario:
Es el gran guetto no sevillano
Publicar un comentario