No sé por cuánto tiempo he estado caminando hasta acabar de nuevo en el
origen. Cuando agoté las flores secas de las que me había provisto
María Luisa, la inanición creciente terminó por nublarme la razón, y
dejé de atender al ritmo imperturbable de la luna. Y en más de una
ocasión estuve al borde de sucumbir a la tentación de beber de las aguas
de este espejismo-jaula-abismo-mar amarillo sin brillo ni mareas. Pero
siempre conseguí sacar fuerzas de flaqueza
recordando la advertencia que al despedirse me hizo María Luisa.
Pero, ah, por cuántas veces, "opreso entre hueros jamases y garfios de
escarmiento", me arrepentí de haberme alejado del oasis en pos de una
estrella ilusoria alumbrando los intrincados senderos hacia un cada vez
màs improbable reencuentro con Wifiginio. Y no quiero imaginar lo que me
hubiese deparado el destino de no toparme con el cadáver aún caliente
de una nube azul en mi terco y extenuante periplo por la orilla. Y ahora
estoy aquí, en el lugar de mi fatal partida. Aquí donde, lo mismo que
el cántico de un faro, aún permanece inmarcesible el dulce y limpio
aroma de la voz de María Luisa.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
2 comentarios:
Todo es delectable, pero cómo en una nueva poética me quedo con la frase enjaulada, opresa entre gruesos jamones...
Tienes buen gusto. La frase enjaulada es de Girondo.
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