El hospital Juan Ramón Jiménez es como un pavoroso páramo donde no es
que los recursos escaseen en demasía, sino que son muy contados aquellos
con una calidad medianamente digna. Así, cuando algún paciente
recibe el alta hospitalaria o fallece, a los cuidadores del resto nos
falta tiempo para abalanzarnos como buitres hambrientos sobre el nicho
ecológico que por muy poco tiempo ha quedado vacante, tratando de
hacernos con un sillón, una mesita de noche o cualesquiera otros enseres
en mejor estado que aquel en el que se encuentra el decrépito mobiliario
que nos tocó en mala suerte. Las primeras veces cuesta un poco. Luego
te vas acostumbrando. Es la ley de la jungla, todo el mundo lo hace
—suele repetir de cuando en cuando el personal sanitario.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
2 comentarios:
Qué triste, Rafa ! Nosotros tratando de cambiar el sillón por otro que no esté en tal mal estado...a pesar de haberlos pagado con nuestros impuestos,,,y, la partida de (buitri)líticos...aforados-ferrados en sus sillones,embolsándose lo público....¡¡¡ !!!
Los chicos en clase, buscando la silla que cojee menos...Con los recortes, el mobiliario está sin renovarse desde hace tiempo ¡¡ !! y se les llena la boca hablando de la ley de "calidad"....
Animo compañero. Si es verdad que los hospitales tienen algo de cuarteles precarios y que el sálvese quien pueda a modo de barco pirata reina más de lo que debiera.
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