domingo, 4 de enero de 2015

La sexta plaga


Aquella calurosa mañana de principios de septiembre, no vino el aguador. Más tarde, el cura, en su homilía, nos habló, apocalíptico, de las plagas de Egipto. “La sequía, las moscas, el incendio… Y ahora el aguador. Ahora que, perdida la cosecha, apenas queda vino en las bodegas. ¡Moriremos de sed! ¡O de algo aún peor! ¿Qué queda por venir, qué queda? ¿Qué oscura maldición de los demonios? Entre nosotros hay, hermanos, un pecador supremo, un ángel del infierno, un emisario de la ira de Satán. Y ahora estamos todos, purgando sus pecados.”

Por la tarde cayó granizo. Tan grueso como nueces o huevos de gallina. Hiriendo a los labriegos, rompiendo los cristales, horadando las puertas y tejados. Las beatas, asustadas, evitaban tocarlo. “Es la plaga” –gritaban, huyendo a guarecerse en las sombras del templo.

Yo lo acopié, a escondidas, en cubos y barreños. Y, cuando se fundió, les di a beber su jugo a las gallinas, a mi amiga Isabel, a los abuelos.

1 comentario:

Carlos dijo...

¿No habrás sido en una reencarnación anterior, un ilustrado pariente del escéptico y liberal Blanco White?