arrimar, había Olegario
el día de su aniversario
regalado a Josefina
ese libro reaccionario
que el obispo patrocina
con la intención sibilina
de aliviar algo el calvario
que su espíritu gallina
sufría como un quinario
teniendo más que en precario
su dignidad masculina.
Requisado su salario
al volver de la oficina,
hazmerreír de las vecinas,
sufriendo el autoritario
malhumor de Josefina,
aliviándose en el baño
cada vez que se le empina
y jaqueca repentina
lo hace amante solitario
pues le dicen con resabios
que naranjas de la China.
Un mueble del mobiliario
que limpiaba él a diario
tras recoger la cocina
era el pobre de Olegario.
Los ojos se le iluminan
cuando vio allí en la vitrina
junto a unos escapularios
de la Virgen de “FatIma”
el best seller literario
que recomienda el vicario
de la sede granadina.
Pero el libro doctrinario
regalado así a su Fina
fue en el fondo su ruina
pues que el efecto contrario
al pretendido termina
causando en su victimario
que de modo atrabiliario
redobla contra él su inquina.
Tuvo el ejemplo palmario
de cómo ella lo domina,
y lo ignora y le vacila
una noche en que Olegario
de reojo la vigila
mientras ve el telediario,
cómo ella ante el armario
canturreando tan tranquila
se prueba todo el muestrario
de bisutería fina,
se perfuma las axilas
y un escote legionario
enseñando las domingas.
Atreviose al comentario
“¿Hoy no hay cena, Josefina?”.
“Bájate al bar de la esquina”,
fue su corte lapidario
dándole mientras gomina
al peinado estrafalario.
Insistió Ole temerario
“¿A salir vas, Josefina?”
Responde ella al cuestionario:
“¿Has visto mi bolso lila?”
Con temeridad supina
y más miedo que un becario
dice mientras la examina
“Te controlaré el horario”.
Y con voz de comisario
“¿A qué hora vuelves, monina?”
Escuchose un tabernario
“Cuando aquí a tu Josefina
le salga de los ovarios”
“¡Vale, vale, vale, vale…
¡¡¡Y ni un minuto más tarde!!!”,
zanja en tono autoritario
el calzonazos pamplinas
que por dentro está que arde.
Y entregándole unas llaves,
“Llévate el utilitario
que le he puesto gasolina”
…
Uno es que se queda bizco,
mi patético arzobispo,
su muy integrista eminencia,
con tu última ocurrencia.
Porque ya visto lo visto,
pecadorrrr a más de fistro,
que cantan tu pestilencia
con rechifla y elocuencia
las ovejas de tu aprisco
y la pía disidencia,
gastar no quiero ni un ripio
en glosar tanta indecencia,
tanta rancia decadencia,
un machismo tan morisco.
Yo en tu báculo me cisco,
santurrón en la opulencia,
no por tu carca tendencia,
que todo eso te lo han dicho;
yo te acuso de intrusismo,
y denuncio tu injerencia
que ha traído consecuencias
que nos dejan hechos mixto.
Porque es una incongruencia
que un tío sin experiencia
venga a dárselas de listo
y arme la de Dios es Cristo
si no entiende de chominos.
¿O es que no tienes conciencia,
ayatolah perdulario,
que al eterno femenino
basta que le digas algo
pa’que hagan lo contrario
y cojan otro camino?
Si te agarra el Olegario
a saber vas lo que es fino.
Texto e ilustración: Agustín Casado
1 comentario:
Muy bueno. Nuestra tierra de Al Andalus, efectivamente, se divide entre hombres casados que ejercen de machistas moriscos y calzonazos pamplinas.
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