Asqueado de tanto abuso
como el poeta moderno
tan a menudo perpetra
de los productos de huerto,
hace algún tiempo mantuve,
en un sentido soneto,
que siempre debían ser habas
contadas y, por supuesto,
sazonados de ironía,
pimiento y nabo en el verso;
y a esta prescripción procuro
ceñirme en todo momento.
Mas no dejo de pensar
desde hace ya un largo tiempo,
que puede, teniendo en cuenta
nuestro aberrante contexto
-como crece la miseria
por tanto mangante suelto-,
que esté utilizando poco
en mis versos el pimiento.
Que decirle que te coman
todo el rábano a estos perros
más que impúdico es bucólico,
más que grosero, correcto.
Y cómo me gustaría
que mejorasen los tiempos
para en vez de dedicarles
exabruptos a estos cerdos,
entregarme a hacer poemas
plagados de seres bellos
retozando en un edén
de rosas y crisantemos,
y de cuando en vez alguno
existencialista y serio.
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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