En el Parlamento de Andalucía, como supongo que ocurre en la práctica totalidad de los parlamentos patrios y de allende nuestras fronteras y hasta el infinito y mucho más allá, está terminantemente prohibido que aquellos que asisten en calidad de público o, mejor dicho, pueblo a las sesiones plenarias, hagan manifestación alguna de apoyo o reprobación a las intervenciones de cualquiera de los oradores. Es la Ley mordaza parlamentaria. Y se me antoja que, tal vez, para comenzar a dar un poco de más voz a ese sufrido pueblo, no estaría de más abolir esta prohibición, siempre que tales manifestaciones no acaben por suponer una explosión inacabable y estentórea de júbilo o cólera que tengan como consecuencia un quebranto grave de los debates, así como la prolongación de las sesiones ad náuseam. Y, para compensar, tal vez no estaría de más recomendar a sus señorías que se abstuviesen de perpetrar esas mismas manifestaciones de júbilo para con los suyos, o de cólera para con los rivales, en plan claque, horda o rebaño. Que para hipocresías y hooliganismo estrepitoso y acrítico, ya nos basta con los que exteriorizan cada fin de semana los sectores "ultra" de las escuadras balompédicas patrias de mucho, poco o ningún renombre. Y con los tertulianos de los programas televisivos y radiofónicos de debate político.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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