Desde mediados del siglo quince ´hasta bien entrado el siglo dieciocho una de las prácticas más comunes de los católicos sevillanos fue la rogativa por las almas difuntas en el purgatorio o animas benditas. Había cofradías establecidas en ésta o aquella parroquia destinadas a ellas. Les ofrecían misas y rosarios, e incluso salían en procesión y pedían por las ánimas benditas ante los azulejos que las recordaban en las paredes exteriores o el interior de las iglesias.
El primer retablo cerámico estuvo en la Iglesia de Santa Ana (año 1566, barrio de Triana), pero sus azulejos más afamados son los de otras parroquias seculares del casco antiguo: Las de San Pedro (M. Oliver, año 1960), San Lorenzo y Omnium Sanctorum.
¿Qué composición y motivos decorativos tienen los azulejos de las ánimas benditas?
En todos ellos, hay tres planos superpuestos de abajo a arriba: El purgatorio, el cielo inferior y el paraíso celestial.
El escenario inferior llama potentemente la atención del espectador. Hombres y mujeres jóvenes –en la flor y lozanía de su edad- aparecen desnudos quemándose por sus pecados. Pero no hay carnes chamuscadas ni desnudos integrales que escandalicen. Los atributos sexuales se difuminan o se tapan con largas y ondulantes cabelleras.
Un teólogo podría argumentar que estos azulejos son pura ficción, que las almas (animas) son invisibles. Pero la imagen perdería fuerza y contundencia para la mente sencilla y menos ilustrada del fervoroso creyente de a pie, que gusta imaginarse las cosas como las vive.
El purgatorio tiene, además, un marcado carácter igualitario respecto a las clases sociales. Aquí se pudren reyes coronados, obispos con mitra, frailes corruptos (a los que se conoce por su nuca tonsurada) y gente joven de lo más normal. El hecho de que todos sean jóvenes busca reafirmar la fe del espectador. Como dicen las escrituras “No sabéis ni el día, ni la hora”.
(Detalle del Retablo de la Iglesia de San Pedro)
Todos juntas sus manos, rezando por el perdón de sus pecados, y miran al Cielo, implorando el perdón divino. La línea ascendente de sus miradas nos conduce al plano intermedio, donde una legión de ángeles va rescatando a las almas condenadas y las conducen volando con ellos hasta las puertas del Cielo. de beatíficos semblantes de beatíficos semblantes
Los ángeles son criaturas adolecentes de beatíficos semblantes, como efebos de sexo indefinido,. Gastan largas y rizadas melenas y lujosas y coloristas túnicas. Sus rostros muestran ternura y alegría. No en vano, sacan a las almas del sufrimiento perpetuo y las suben entre algodonosas nubes a las puertas del Cielo, donde les espera la gozosa vida eterna del Paraíso.
(Detalle del Retablo de la Iglesia de San Lorenzo)
Dos figuras intermediarias aparecen en algunos de estos retablos, la Virgen, mediadora universal, y San Pedro, el llamado “portero” del paraíso celestial, por estar en posesión de las llaves que abren sus puertas.
(Detalle del Retablo de la Iglesia de San Lorenzo)
Dentro del Paraíso Celestial todo es grave y solemne, las almas de los justos contemplan extasiadas a la Virgen María, Jesucristo recién resucitado, el Espíritu Santo (en forma de paloma) y un anciano Dios Padre. Están posados sobre unas aborregadas nubes, pobladas de angelotes en lo más tierno de su infancia.
(Detalle del Retablo de la Iglesia de San Lorenzo)
(¢) Carlos Parejo Delgado