Soy miembro de la Plataforma Cívica Tres Barrios-Amate, que es un barrio de barrios: La Candelaria-Los Pajaritos, Madre de Dios y Nuevo Amate-Huerta de Santa Teresa.
Nací hace sesenta años en terrenos de la antigua huerta municipal de Amate , como conglomerado de barrios situados más allá del arroyo Tamarguillo, que era la frontera mental y física de la tópica Sevilla eterna. Éramos entonces un conjunto de barrios obreros que sustituía a un sinfín de antiguas chozas de esta periferia urbana.
Y es que la mayoría de los vecinos trabajábamos en la fábrica de contadores y en otras industrias próximas como la gran factoría de cervezas Cruzcampo.
Mi familia habitaba en Los Pajaritos. es un conjunto residencial muy denso y apelmazado de pisos rojiblancos Y amarillos de cuatro plantas, con escaleras tortuosas. Pisos de un tamaño muy pequeño (la mayoría de las viviendas con menos de 40 metros cuadrados) para el baby boom de esos años. A la postre se han convertido en pisos-cárceles cuando estas personas se han hecho mayores, pues no cabe un ascensor y cuando viven solas han de ir los familiares o los servicios sociales hasta a ducharlas.
Y a pesar de todo esto, vivimos aquí en torno a veinte mil habitantes, lo que hace que tengamos una densidad superior sietes veces a la media de la capital.
Cuando en los setenta y ochenta se marcharon las industrias próximas, los vecinos nos tuvimos que ir a trabajar a la construcción o a negocios de fuera.
A la vez, desde los ochenta han ido viniendo a los pisos amarillos muchas familias vulnerables. Unas proceden de asentamientos chabolistas y otras son clanes del Polígono Sur, huidos por diversos conflictos. Estos clanes se han hecho a precio de saldo con bloques enteros en la zona de Los Amarillos. Algunos, en plan okupa, no pagan ni luz ni agua ni impuestos municipales. A esta zona la llaman los propios vecinos la “calle del Infierno”, pues en sus narcopisos se vende desde heroína y éxtasis hasta cocaína y hachís.
Y, más recientemente, en las calles “buenas”, situadas a tan sólo cien metros, están llegando los emigrantes empobrecidos (rumanos, italianos y árabes), ya que aquí pueden comprar aquí una vivienda a un tercio del precio medio de la capital, por la mala fama que está adquiriendo el lugar.
De manera que ha ido entrando el mundo de la droga y las colas de metadona en el Centro de Salud, en lugar de las cervezas en los bares de siempre y las míticas luchas sindicales que se daban cita en el antiguo canódromo.
Con la transición al siglo veintiuno no sólo entraron los inmigrantes sino que se acrecentó el problema del paro. Tenemos a 35 de cada cien adultos desempleados y a 70 de cada cien jóvenes. Abundan las familias en las que los abuelos cargan con el peso familiar en sus pequeñas pensiones o los jóvenes con hijos que vuelven a casa de sus padres tras perder los empleos, son casos que se están triplicando por la crisis y a los que entidades como Cáritas se ven saturadas y sólo ofrecen una respuesta de primera necesidad. En consecuencia hemos tenido el triste honor de liderar la lista de los barrios más pobres de las 126 principales ciudades españolas, según el informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) de los últimos años. Una familia media alcanza con esfuerzo los 12.000 euros al año, diez veces menos que los barrios residenciales más pijos de Madrid.
Esto se nota en el paisaje urbano, ya que han crecido los pisos que se enjaulan para que no entren amigos de lo ajeno; Muchos pisos tienen fachadas mugrientas, pues no se mantienen y arreglan. Andar por algunas aceras es toparse con demasiados excrementos de perro, ver árboles cortados para hacer candelas, asomarse a un patio dónde corren las ratas o encontrarse un grupo de chavales bebiendo que no te dejan pasar y además te insultan si dices algo. Y los robos en la calle están a la orden del día, ya que los vecinos se ven molestados por gente que acude a drogarse, pidiéndoles dinero.
Y aunque hay rondas de policías de paisano y se han realizado sucesivas y espectaculares redadas policiales, no siempre han podido levantar la moral de todos. Hay callejones donde los tendidos de ropa cruzan las fachadas de un lado a otro de la calle, como en los años del hambre, pues subir a airear la ropa a las azoteas por estrechas escaleras y sin ascensor, es una proeza olímpica para los residentes.
Cuando la cosa se agrava los poderes públicos nos dedican algunas escuelas-taller de albañilería, fontanería, jardinería y pintura; así como cursos de esteticismo y peluquería, que han tenido una vida efímera y sólo han reducido un poquito el número de parados. Pero si las Administraciones Públicas tienen un año de escasos presupuestos, van retirando las bonificaciones para los comedores escolares, reducen el personal del centro de servicios sociales. Y vuelven a empezar los problemas.
Bien es verdad que funciona un economato social que ofrece alimentos a precios asequibles a las familias que son derivadas allí por los Servicios Sociales. Se nutre de la labor del Banco de alimentos de Cruz Roja y de Cáritas de las distintas parroquias, que merecen nuestro aplauso, aunque esta ayuda no es suficiente. Los habitantes de Amate Tres Barrios aún no disponemos de un centro cívico (las asambleas o reuniones vecinales se celebran en los salones parroquiales). Y en ellas vuelve a salir recurrentemente una amarga realidad: No hay más que darse un paseo para ver cómo cientos de jóvenes pasan la mañana en la calle, jugando a las cartas o al dominó, bebiendo cerveza, fumando y charlando, o simplemente plantados en una esquina. ¿Qué futuro les espera?
No me puedo olvidar del ejemplo solidario de la Asociación Vecina de la barriada de las 466 casitas bajas de Santa Teresa (años cincuenta, creada para los arriaos). Allí hay muchos parados en la construcción que llevan un lustro sin trabajar y viven de las ayudas sociales. Hay muchos albañiles, electricistas, fontaneros... Y desde la Asociación les repartimos las tareas y los trabajos para que vayan arreglando los antiguos cuartos de baños y tuberías de varias decenas de modestísimas viviendas. También hacemos colectas navideñas para que todos los peques tengan su regalo el día de Reyes Magos, y organizamos dos Carreras Benéficas, la de Papa Noel y la del Día de Andalucía, para abastecer nuestro Banco de Alimentos, que está todo el año al servicio de las familias más necesitadas.
Últimamente hemos acogido con alborozo que se haya puesto en marcha un Plan Integral de Rehabilitación de la barriada. En sus primeros cinco años (2012-2017) se han construido, en lugar de los demolidos, los primeros cien nuevos pisos (de los quinientos veinticuatro previstos). Da gusto verlos con el doble de tamaño por dentro y, desde el exterior, tan blancos y pulcros y con esos balcones por donde entra tanta luz. Sin embargo, un número considerable de vecinos se han negado a volver allí donde fueron demolidas sus viviendas. ¿Por qué? Desde la Plataforma Cívica hemos denunciado que los pisos amarillos del barrio de los Pajaritos lo han vuelto inseguro.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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