“-¿Lo ha oído todo?
-A partir de "ojalá no te hubiera conocido", casi todo.
-¿Y qué opina?
-Me ha impresionado mucho su... lectura. ¿Es la base de un cuento o algo así?
-Algo así. Es la base de mi vida.”
Carlo Frabetti
Está lloviendo a mares contra el centro -es una lluvia antigua, no de
ahora- centrífugo y sin fondo del abismo. Aquí todo es sequía, todo
arena y desierto, un sol castrado. Quiero gritar, aullar, pero no puedo;
la hiel se me ha metido en los pulmones. El centro no está adentro,
está en el fondo caudal de la intemperie: herida y jaula. Arrecia el
vendaval y el centro está en mi yo, mi yo sin mí, mi ego enajenado.
Recuerdo aquel silencio del oráculo: “No escupas tu desprecio cara al
viento”. Lo recuerdo y escupo. Al cielo, al sol, al río, al mar, al
viento. Al ojo inconsolable del diluvio. Desde el poniente irrumpe una
elegía, un sol negro que canta, un sol de cieno, un sol partido en dos,
un sol sin sexo. Se hace añicos la tarde. Estalla y se hace añicos y
emponzoña, con su metralla ingrávida, el vacío. Arrecia el vendaval,
escupo al viento. Recuerdo aquel silencio; me disuelvo.
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