viernes, 14 de septiembre de 2012

Hay sonetos y sonetos


Para urdir un soneto no es preciso
contar con ningún don ni ser muy ducho.
14 endecasílabos –no es mucho,
hay más que dilatado ser conciso-

con rima consonante, compromiso
que para acometer, como cartucho,
echar podemos mano de un serrucho
o, para que alimente, de un buen guiso.

Situar correctamente acentos no es
difícil; en la sexta si italiano,
en la cuarta y octava si francés.

Por tanto es, más que artístico, artesano
lo que urde un sonetista. Un poema, pues,
no es esto –broza o paja-, un poema es grano.

3 comentarios:

Carlos dijo...

Disintiendo, Rafa (con afecto y sentido del humor)

Para urdir un soneto es necesario,
aunar empeño y voz, lírica y vuelo,
tentar el espejismo de algún cielo
de tinte literario;
no sólo son las cuentas de un rosario
de sílabas y letras y desvelo,
hay que saber sembrar el yermo suelo
con semillas de un verde imaginario.
No hablamos de aptitudes ni destreza,
¿acaso la tristeza
se puede calibrar como un objeto?
No es cosa de sumar, cualquiera suma
y he visto naufragar en tinta y pluma,
“poetas” a la orilla de un soneto.

ralero dijo...

Querido Carlos, por el contrario, y tras leerte, yo creo que estamos muy de acuerdo. Muy buen soneto el tuyo; no es sólo soneto, es también y antes que nada poema.

Abrazos.

Anónimo dijo...

Los sonetos, no en vano, fueron la locura de Góngora y Shakespeare, algo asi como las catedrales del verso