martes, 29 de marzo de 2011

La galleta


ERA un maniático como pocos en todo lo relativo a la alimentación; tanto, que no soportaba que nada ni nadie viniese a interrumpirlo durante ninguno de los momentos que dedicaba a cualquier aspecto de esa, para él, excelsa y tan íntima liturgia. Así, cada vez que se disponía a probar bocado, aunque sólo se tratase de un aperitivo, desactivaba el teléfono, y cerraba a cal y canto puertas y ventanas. Algo, por otra parte, innecesario, pues hacía ya varios años que no recibía visita o llamada telefónica alguna.

Cuando abrió aquel envase de natillas –era un apasionado de las natillas- se quedó estupefacto. No, allí no había, como siempre hasta entonces, una sola galletita aderezada profusamente con delicioso y afrodisíaco polvo de canela. No, allí había dos, dos galletitas. Y no pudo evitar preguntarse qué otras sustancias y elementos extraños como pelos, heces, restos de insectos, miasmas, etcétera, al igual que aquella galletita, podían acabar por error o desidia en todo tipo de alimentos envasados, el pan, las pizzas o sus siempre hiposódicas y pulcras ensaladas. E, inmóvil, y sin poder sacarse tales pensamientos de la cabeza, permaneció mirando fijamente aquella amenazante segunda galletita durante minutos, horas, días, etcétera, y fin.

2 comentarios:

Alma naif dijo...

No creo que sean delirios... jjajaj Me causó gracia obviamente todo el ritual que este buen señor realiza antes de comer cualquier cosa... pero te cuento que muchas veces me pasa de pensar lo mismo sobre si realmente será higienica la manera de preparar cualquier producto que este a la venta...
En fin... como dice el dicho... ojos que no ven...
Besos cielo, buen dia para tí!!!

Dafne dijo...

ay ay ay...mi padre jamas de los jamases quiere tomar embutidos o fiambres alegando aquello de :carne en calceta pa quien la meta...

Besos