Entonces,
Como ahora,
Yo te quise.
Con alma y corazón tanto te quise,
Tanto,
Que, por querer no hacerte daño,
Una mañana me fui de tu vida.
Mas, lejos de tu sangre, estaba escrito
Que un miedo antiguo irrumpiese en mis venas
Helándome el presente en tu recuerdo;
Y entonces me sentí mar sin gaviotas,
Como flor en la nieve, como perro
Degollado a ladridos,
Igual que un niño enfermo desahuciado
Que agoniza de hospicios.
Y quise volver, quise
Volver con esas ansias
De moribundo que, en su última noche,
Pese a sus ojos ciegos y sin rumbo,
Busca mirarse en la luz de su amada
Antes de mudarse en oscuridad
Y olvido ya por siempre.
Pero tus puertas estaban
Cerradas,
Las sendas agostadas y sombrías,
Y el sol roto en eclipses
Como insomnios;
Y quede prosternado a tus umbrales
Cual huella rota que, echando raíces
Sin flores, hojas verdes ni el beso del rocío,
Sólo es madera muerta,
Triste madera muerta que, hecha exilio,
Se consume en cenizas.
Pasaron, desde entonces, trece siglos
De noches de aguanieve en el invierno,
Calándome hasta el alma;
Y en mi pobre esqueleto de ciprés,
Exangüe fracasó la primavera
Quedándose dormida en el mutismo
De las llagas exánimes.
Ah, el dolor, ese turbio sentimiento
Que iguala al ser humano con las bestias,
Con la espera
De un mineral sin nombre.
Nunca pude escribirte una carta de amor,
Estaba de antemano
Rendida la utopía,
Y en mis bolsillos rotos
Sólo sonaban
La desesperanza,
Llaves perdidas,
La tinta reseca;
Sin embargo,
Aún en la noche, a veces,
Sube un grito desde el surco de arsénico
Del que brota el silencio
Llamándote, llamándote
Como el acto reflejo de unas alas
Que muerde el dolor con vasta codicia,
Sin que el cántico de un eco un instante
Las alivie en su herida.
Entonces,
Como ahora,
Yo te quise.