me desnudas,
susurras a mi oído,
dulcemente,
lo que ansío escuchar:
“Yo soy lo que te falta.”
Me ahogas en promesas
con aroma a aguardiente:
“He venido a salvarte
de tus miedos, a ser
tu techo, tu alimento,
el faro que te guíe
a buen puerto en las noches
en vela de galerna.”
Y me haces el amor
con el denuedo propio
del sádico en la guerra.
Y, en la embriaguez brutal
de tu sexo, termino
durmiéndome y me sueño
arribando a los fértiles
confines donde habita
la flor de la utopía.
Pero, cuando despierto,
ya no estás, hace frío,
devoraste mis últimos
donuts y, para colmo,
¡robaste mi cartera!
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Poema jocundo a lo Quevedo
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