Los acaparadores,
quién podría negarlo,
pese a hacer cuatro y cinco
comidas a diario,
son más listos que el hambre.
Y como lo mosquitos.
Para sorber a gusto
la sangre a los obreros
urdieron hace tiempo
una estrategia —o trampa—
sibilina que opera
en la piel de la clase
trabajadora al modo
de un anticoagulante.
Una eficaz ponzoña
de diseño orientada
a que el proletariado
se sueñe clase media
en tanto con el propio
sudor amasa el pan
que acabará engordando
la panza y la despensa
de los explotadores.
Clase media: qué fraude;
una clase de mierda
sin futuro ni clase.
1 comentario:
Carlos Marx revivido poeta
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