Recuerdos lacerantes
calados hasta el tuétano
de fracasos y pérdidas,
dan forma a la obsesión
latente que despierta
cuando la sed reemplaza
en su alma la aquiescencia
precaria que acontece
con la luz que lo empuja
a actuar ajeno al cálculo
del destiempo preludio
del olvido y la nada.
Imposible el sosiego
en la calma instigada
por el agotamiento
y el regazo callado
de la noche. Es entonces
cuando da a luz al cántico
―fábula amable urdida
para mudar en sueños
su fútil biografía―
pese a saberse insomnio
orate y nebuloso
clamando en el desierto.
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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