Albert Rivera, ciudadano de rancio abolengo político y tan de moda por mor de la para nada interesada mercadotecnia orquestada en torno a su persona por los medios de manipulación masiva patrios, cuenta, según dicen, con un atributo que se antoja trascendental en todos aquellos que pudieran llegar algún día a gobernarnos: Rivera es un político guapo. Pero nunca podrá su tan cacareada como, según para quién, discutible belleza, competir ni por asomo, con la que en su día poseyó la condesa Erzsébet Báthory.
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
Pues sobre gustos no hay nada escrito para siempre
Publicar un comentario