Ánades y patos silvestres tienen un paraíso terrenal bajo los puentes del río Guadalquivir. Allí forman una nutrida colonia de más de medio centenar de individuos. Las miniaturas de este paraíso son las pequeñas lagunas artificiales de algunos parques y jardines, donde muchos menos patos sobreviven como pueden. Una frondosa junquera es su mejor apartamento para pasar la noche y si puede ser en una isleta. Y es que hay mucho desaprensivo suelto en forma de gato y perro, e incluso de ser humano, dispuestos a acabar con su vida.
Las anátidas guadalquiveñas miran con asombro nostálgico a sus parientes migratorias. Aquéllas que -en ordenada formación delta, digna del mejor estratega militar- siguen la línea del río para sus viajes anuales Europa-África. Incluso, el alcalde Don Zoido las ha distinguido con el título de turistas honoríficas, por ser las turistas más silenciosas y civilizadas que visitan Sevilla.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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