La araña del silencio me acecha en los rincones de la noche carnívora. Por eso aúllo, canto, conjurando a la luna en los espejos, entre humo sin rescoldos. Sucedió en lo más hondo de un piélago sin nombre. Tocando, anclado al fondo. La bauticé Celeste. Un bautizo pagano. Y me arrancó las alas. Cría cuervos. Yo estaba helado y desnudo hasta el hueso, y llevaba en las manos, los despojos de un sueño. Yo era ofrenda y cuchillo, el ciervo y la jauría, la mordaza y el grito. Hoy sé que nunca supe respirar lo vacío. Por eso aúllo, canto, en las aguas profundas de un ayer putrefacto, sin aire, no nacido.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
Tu estilo me recuerda aqui a el personaje atrapado en la absurda inmovilidad de la novela: El innombrable de Samuel Becket
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