Se volaron los puentes
–tanto malentendido
fue como un huracán de grado cinco–
que unían los infiernos con la gloria
y daban a los ángeles y diablos
una oportunidad para el encuentro
siempre que dios dormía
en brazos de Satán o viceversa.
Y al borde de aquel hondo
abismo, pobre diablo
sin alas ni esperanza,
te di ya por perdida para siempre.
Pero de la nostalgia
mezclada con el llanto
brotó un vapor de azufre que subió hasta el vacío
descargando un diluvio caudal y corrosivo,
que en un lapso sucinto,
todo lo transmudo en lóbrega ciénaga
carente de relieve. Después vino este tiempo
tedioso de tinieblas y sequía
–preludio de una noche sin epílogo
ni apócrifos–, mudando
la nostalgia en espanto y desamparo.
¿No escuchas como, a gritos,
te llama mi silencio en el desierto?
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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poema gótico
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