El día 24 de julio se dejaron la vida 80 seres humanos en la curva llamada de A Grandeira. Y allí acudieron todos –el Rey, los presidentes Autonómico y del Gobierno, el líder del Grupo opositor mayoritario y un largo, largo etcétera– a mostrar su dolor –rostros muy serios– y apoyo hacía las víctimas de tan brutal tragedia. En paz descansen. Pero apenas ninguno de estos mismos –por no decir ninguno– se muestran compungidos por los miles y miles de otras víctimas que caen en otras curvas de otros tantos viles y horribles descarrilamientos propiciados por esta gran estafa que ellos mismos perpetran y con cinismo denominan crisis, y que, amén de llevarse por delante, entre otros, a los cientos de suicidas que se cuelgan de un árbol o saltan al vacío por perder sus empleos o a causa de un desahucio, o a los quién sabe cuántos que perecen de forma prematura consumidos por la miseria impuesta por la Troika, ha sido la razón de que en la curva de A Grandeira faltasen los sistemas que hubiesen evitado el accidente. Pero en todas las curvas de este pútrido sistema que nos lleva maniatados cuando no al cementerio, al esclavismo, la culpa se atribuye al maquinista.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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