Nunca te ríes. Nunca.
Tu código secreto
de honor no lo permite.
Sabes bien que, de hacerlo,
todos los hombres, todos
querrían. Y ¡ay!, entonces,
de aquellos que, anhelándolo,
mi amor, más que a la muerte,
no pudiesen, impúdicos,
besar, morder tu boca.
Fotografía: Laura Makabresku
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