martes, 16 de octubre de 2012

Neolengua y Nobel de la Paz



En neolengua –que podría ser, según Orwell, la jerga propia del totalitarismo global- nada es lo que parece. Cada palabra es tan ambigua y turbia y está tan vacía de contenido, que puede tener varios y contrapuestos significados y, más que otra cosa, ninguno. Así, en neolengua cada palabra es siempre expresión del pensamiento único –que es sinónimo de no pensamiento- sobre el que, en última instancia, se sostienen y retroalimentan las estructuras de poder. La neolengua es un sistema de (in)comunicación dirigido a demoler cualquier tipo de dialéctica, de modo que al pueblo –una amalgama de individuos, sin nexo social alguno, relegados como mucho a la condición de súbditos- le sea imposible cuestionar cualquier tipo de imposición o dictado emanados de los aparatos espurios del Estado.  En consecuencia, cuando en neolengua se pronuncia la palabra Paz –pese a que el pueblo, ensordecido por el estrépito alienante de la jerga totalitaria, no se percate de ello-, se está hablando en realidad de opresión, terror, crimen y guerra. Por eso no debe extrañarnos que se haya concedido el Nobel de la Paz a la Unión Europea.

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