lunes, 24 de junio de 2019

La Sevilla olvidada (20) (Carlos Parejo)


El Ayuntamiento, hacia mediados del siglo veinte (años 1948-1964), permitió que se urbanizaran las antiguas huertas de la Barzola- al noroeste del casco antiguo, en los alrededores del Hospital de las Cinco Llagas-. Se planificó como barriada para que los empleados municipales más modestos tuviéramos 664 pisos de dos dormitorios, repartidos en bloques con diferentes alturas –. Están los pisos amarillos (1947-1954) o Barzola Vieja y los pisos colorados o Barzola Nueva (años 1961-1963). Estos pisos tienen entre cuatro y cinco plantas de altura y destacan sus castilletes característicos en las azoteas, hoy muy deteriorados y causantes de desprendimientos de cascotes a la vía pública y de humedades.

Parece que el tiempo se ha parado hace medio siglo viéndolos casi iguales hoy día. Todos los pisos se pintaron con un color amarillo o un rojo intenso que los individualiza en este sector urbano. A principios del siglo veintiuno el ayuntamiento hispalense, tras medio siglo de olvido, revistió y enfosco contra las humedades las fachadas de las plantas bajas y cubiertas de los pisos superiores, reparó sus bajantes y mejoró su red de abastecimiento colocando contadores individuales.

El centro de la barriada, es la plaza dedicada a Nuestra Señora del Pilar. Hace unos veinte años dejó de ser un erial terrizo aprovechado como lugar de reunión de indigentes y drogadictos. La plaza se reforestó con parterres y palmeras. Bajo sus sombras se instalaron bancos y un parque infantil, y allí se reúne ahora la gente a tertuliar y los niños a jugar. En las inmediaciones se construyó una pista deportiva, con sus vestuarios propios, y otra pista para jugar a la petanca.

También se ha urbanizado más recientemente un parqueo de barrio. Se ubica donde antes había grandes eucaliptos y hubo cine de verano y cacharritos como tiovivos para los niños. Éste parque tiene pozo propio, pero casi solo se usa para para extracciones ilegales, y su arbolado e instalaciones tienen problemas de abandono e insuficiente mantenimiento por la plaga del vandalismo urbano, hoy tan de moda.

Con todo, lo que más preocupa a los vecinos son dos asuntos. El primero son los okupas ilegales de viviendas municipales vacías (que tanto dieron que hablar hace una década) y lo segundo es que más de un centenar de inquilinos de la barriada de La Barzola tienen aún pendiente el acceso a la propiedad de sus pisos.

A los vecinos de la Vieja Barzola les ha ido mejor pues sus sus bloques (von pisos más baratos y en peor estado) fueron adquiridos a tocateja. Pero quedan bastantes familias mayores y pobretonas en los pisos colorados o Nueva Barzola, a los que el Ayuntamiento cobraba un alquiler antiguo de 220 pesetas al mes, que luego se ha convertido en euros y ha ido creciendo y no dan para pagar más. De modo que no llega nunca este acceso diferido a propiedad. El ayuntamiento ha aprobado el pago de un precio simbólico en diversos plenos, pero un juez ha determinado que se debe pagar un precio real de compra al consistorio. Éste reclama además que pasemos la Inspección Técnica de Edificios, lo que nos valdría un dineral que no tienen. Así pues, aquí vive gente muy humilde atrapada en un limbo jurídico inmobiliario que parece eterno.

No nos queda otro remedio que acudir a la Parroquia del Mayor Dolor y encomendarnos a la Divina Pastora de la Barzola, sea con traje de invierno o de verano y que ella actúe de mediadora divina.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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