Vayan por delante mis condolencias para los deudos de todos aquellos que fallecen en circunstancias trágicas. Ya sea en un accidente de tráfico o laboral, haciéndose un selfie en una situación de riesgo o peligro inminente, víctimas de una guerra humanitaria y muy democratizadora, o empujados al vacío desde el balcón del séptimo derecha por una maldita orden de desahucio.
Pero cada día lo flipo más y en más tonalidades de gris con la España cañí y sus homenajes desmedidos y medallas de oro póstumas dando pábulo a conductas tan peligrosas como reprobables. Según quién sea su autor, claro.
Imaginemos que, por ejemplo, Gabriel Rufián va a toda hostia con su buga molón y se mete un hostión del copón de la baraja y se mata y mata a sus acompañantes. Imaginemos que mata también a una familia de Murcia a la que se lleva por delante. ¡Menudo cabronazo homicida!
Imaginemos la misma historia pero con distintos protagonistas principales. Un inmigrante subsahariano que aquella mañana ya iba tarde en su tartana de quinta mano para echar mano en el tajo de la frambuesa. La pobre yonqui del barrio. Una buena poeta de la conciencia crítica —creo que así se llama ahora— muy conocida... en su barrio. Un homosexual. Una científica precaria que hubiese descubierto una vacuna contra el cáncer de vejiga. Un joven de Las Tres Mil que conducía sin carné. Una jóven de Simón Verde que conducía sin carné. Arrimadas. Amancio Ortega. Garzón. La estrella de la selección nacional de curling. El cantante patrio más de moda...
Sí, nos pasamos. Tres pueblos.
1 comentario:
QUEDA TODO MUY CLARITO.LA PENA OFICIAL, POLITICAMENTE CORRECTA, HA TAPADO LA MORTAL NEGLIGENCIA EN LOS MAS MEDIA
Publicar un comentario