En los últimos años los naturalistas nos hablan de sus almajos (salicornias) que son las que mejor resisten la elevada salinidad y su inundación periódica, pero también de sus bosquetes y matorrales más amantes de la tierra firme como lentiscos, retamas, pinos y eucaliptos. Esta última vegetación ribereña le otorga a las Marismas del Odiel mayor diversidad de hábitats silvestres. Y, entre ellos, destacan cromáticamente los vigorosos tonos verdes de sus sabinares y pinedas, que aportan una nota de frondosidad al paisaje, al que imponen sus brillantes colores cuando florecen en otoño o primavera.
Con todo, lo que atrae a miles de visitantes es su condición de refugio europeo invernal para la crianza de aves, sobre todo de las aves querenciosas de los limos y aguas someras como las colonias de espátulas y flamencos que conviven aquí con otras múltiples aves.
GRUNFELD, FREDERIC.V. , periodista de la revista americana LIFE, visitó a finales de los ochenta estas y retrató con esta sugestiva imagen su colonia de flamencos: “Había una gran bandada de unos 400 flamencos en torno a una de sus lagunas…Iban de aquí para allá con su andar inquieto y peripatético, y emitían esos graznidos de ganso que se han comparado con los gruñidos de una insatisfecha multitud en un campo de fútbol. Otras mantenían la cabeza bajo el agua y escarbaban el cieno con el pico para hallar moluscos, cangrejos y algas…”
La presencia de aves de un cada vez mayor número de especies diferentes –unas 60- no es baladí. Cada una va a lo suyo: “Espátulas, flamencos, agujas, cigüeñuelas, avocetas… se pasean con parsimonia hundiendo sus largos picos en el limo, mientras que zampullines, patos cuchara, patos silbones y porrones europeos nadan acariciando la superficie del agua con sigilo. Cormoranes grandes, águilas pescadoras y aguiluchos laguneros vigilan desde sus posaderos las presas más asequibles sin perder ojo”.
Y no paran de descubrirse nuevas poblaciones de aves que han comenzado a anidar aquí como los nordetanos zampullines cuellinegros o el águila pescadora. Ésta tiene ya una decena de nidos tras una década de intentos de aclimatación, cuando hacia treinta años que no anidaba en la región. Y para el avistamiento de este tesoro ornitológico, se ha creado una red de senderos y se han alzado hasta seis observatorios rústicos en las marismas del Odiel; observatorios que se construyen artesanamente poniendo la espartina y el brezo para las paredes y las cañas para las cubiertas vegetales, para que las aves no se alerten y mosqueen ni se afee este idílico paisaje.
(¢) Carlos Parejo Delgado.
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