(Un cuento de los hermanos Grima.)
Érase una vez en un país no muy lejano, que vivían la Secretaria de Organización y el Responsable Institucional de un partido de derechas cuyos miembros más destacados se decían de izquierdas. "¡Ah, si tuviéramos un hijo!" —se repetían la uno al otro cada mañana tras darse los buenos días. Pero no había manera. No obstante, una noche que la Secretaria de Organización tomaba un baño, un enorme sapo saltó a la bañera, y le dijo: "Tus deseos se verán pronto cumplidos y en menos de un año, tendrás una hija."
Y así aconteció, y la pareja tuvo una niña que llenó de tanta dicha a militantes y simpatizantes del partido, que el Secretario General organizó un sarao del copón de la baraja para celebrar tan magno y prodigioso alumbramiento. Pero el Consejo de Notables, máximo órgano rector entre congreso y congreso general, decidió no invitar a la anterior Secretaria General, que había sido defenestrada, acusada de profesar en la intimidad de su alcoba el marxismo-leninismo, amén de por tener una bien ganada fama de hechicera.
La celebración se llevó a cabo con el boato propio de una boda aristocrática y todos disfrutaron como cochinos repantigándose en el fango. Pero cuando tocaba a su fin, la Secretaria General cesante irrumpió como elefante por cacharrería, y espetó a la concurrencia: "¡Esta niña, cuando cumpla sus cien primeros días como Presidenta del Gobierno, se pinchará un dedo con unas tijeras de cortar cintas inaugurales, y la palmará del tirón!" Y, tras zamparse un par de cubatas sin respirar, se dio media vuelta y se piró de allí sin decir ni media palabra más.
Todos quedaron, amén de profundamente compungidos, ojipláticos y paticolgantes. Pero una popular nigromante, recién afiliada al partido, conocida como Lola, prometió a la concurrencia hacer todo lo que estuviese en su mano para suavizar tan espantosa maldición. "¡Ella no morirá, pero se verá condenada a pasar el resto de su vida en la jodida oposición! Más no se puede hacer."
Unos días después fue decretada la prohibición de las tijeras. Pero el día que nuestra protagonista cumplía 100 días como Presidenta del Gobierno, un malvado secesionista dejó unas antiguas tijeras de cortar cintas inaugurales en su escaño y ya pueden ustedes imaginar lo que sucedió poco después... Moción de censura y al carajo.
La cúpula del partido decidió entonces abandonar su proverbial republicanismo y declararse monárquica de toda la vida de Dios, a la espera de que algún día llegase a aquellos pagos un príncipe constitucionalista que diese un beso de tornillo a la ex Presidenta y la rehabilitase en el cargo con la ayuda de los medios de manipulación masiva del país.
Pero el ansiado príncipe, que no tardo mucho en llegar, les terminó saliendo rana, e instauró una monarquía absoluta que ni la de Luis XVI, y mandó al paredón o a galeras a todos los políticos de aquella ralea de incompetentes, que no lograron huir a tiempo rumbo al exilio.
Y el flamante monarca se puso hasta el culo de perdices, en tanto al pueblo de daban por el ídem y con los platos en las narices.
FIN
Susana y Pedro Grima, cuentistas sin más.
NOTA DE LOS AUTORES: Este prodigioso cuento no ha conseguido superar con éxito las pruebas antiplagio a los que ha sido sometido mediante los programas Turnitin y PlagScan. ¿Pasa algo?
OTRA NOTA DE LOS AUTORES PARA TRATAR DE RESOLVER ALGUNAS CUESTIONES PLANTEADAS POR LOS LECTORES: ¿La ex Presidenta? Nunca más se supo de ella, aunque durante un tiempo corrieron rumores de que un afamado cirujano plástico le había cambiado radicalmente el rostro, y de que había terminado recalando de incógnito en el consejo de administración de una multinacional dedicada a la fabricación de utensilios de costura. Según otras versiones, acabó perdiendo el juicio y fue confinada en secreto en una institución mental.
1 comentario:
A lector inteligente sobran metáforas atrevidas, la emperadora del dedal es
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