jueves, 6 de septiembre de 2018

Fábula de las perdices y el príncipe rana


No tuvo buen final
aquel cuento. Poco antes
de concluir, la princesa
encantada arrojó,
encantada, a la rana
por la estrecha ranura
de una aspillera, hastiada
de no lograr tras mil
y un besos de tornillo
transformarla en un príncipe
azul de ojos azules
y larga cabellera
con rizos del color
del sol del mediodía.
Fue un impacto terrible;
tanto que obró el prodigio
tanto tiempo esperado
en la corte. Y el príncipe
acabó hecho papilla
en el fondo del lecho
del foso que, reseco
y lóbrego, rodeaba
el castillo. De modo
que aquel cuento no tuvo
un buen final. Es cierto,
no obstante, que no todo
fue malo. Las perdices,
suspendida la cena
que suele acontecer
poniendo broche de oro
a los cuentos de príncipes
azules y princesas,
celebraron el óbito
y fueron muy felices
pegándose un opíparo
banquete con los restos
aún calientes del príncipe
batracio. Y colorín
colorado, este cuento
inusual se ha acabado.

1 comentario:

Carlos dijo...

No se lo leas a menores de 16 años, los aterrarás