lunes, 11 de septiembre de 2017

Historias de la calle Alfarería —Barrio de Triana (14). El Consejo de la Tribu. (Carlos Parejo)


El Consejo de Ancianos de la tribu Alfarería se ha reunido en el patio de la Cerca Hermosa. Juntos suman más de quinientos años de vivencias compartidas. Sin embargo, para muchos jóvenes son seres extraños, que debieran estar en el Departamento de Objetos Perdidos del Distrito Triana.

Cecilio, con ochenta tacos bien puestos, viste zapatos de charol, traje de chaqueta con pañuelo de bolsillo y sombrero de ala ancha. Comenta que cruzar la calzada con su bastón le parece cada día una proeza. Se siente como un equilibrista de circo jubilado entre peligrosos adoquines. Y eso que la calle Alfarería es ahora una calle de tráfico de convivencia y no tiene un alto bordillo, ni hondos baches como antaño. Joselito el de la Maria, cercano a los noventa, le contesta que siempre ha sido un coqueto desde que era joven. Es preferible arrastrar los pies detrás del andador. ¡Bendito invento¡ Cuando pierdes el resuello yendo al mercado, te sientas encima y descansas viendo pasar a la gente, y luego caminas otro trecho. Ruperto el de la carbonería, con sus noventa cumplidos, se queja de que depende para todo de su silla de ruedas y su cuidadora sudamericana. Cuando cruza la calle no se va a caer, pero siente cómo le tiemblan las piernas y le dan punzadas en las vértebras, y eso que los adoquines de la calzada son casi planos y la acera es tan lisa y plana como la barriga de una muchachita. Juanin, ya centenario, concluye que no hay nada peor que no siempre te funcionen las luces adecuadamente. Cuando lo llevan al paseo de la O se le va la olla. Vuelve a su infancia y lo encuentra todo lleno de maleza y rústicos embarcaderos de madera, con marineros descargando barbos y sábalos de río. Sólo se tranquiliza en las Iglesias. Le encanta visitar a la Señorita de Triana en su parroquia de la O, siempre tan elegante; luego irse a ver qué precioso manto lleva ese día su “Esperanza”. Pero lo que más le chifla es entrar en la Capilla de la Estrella. Se sienta junto a la estatua de Juan Pablo II. Éste, con una beatífica y afable sonrisa parece decirle a los ojos que el cielo ya lo tiene cerca, con sus puertas entreabiertas por San Pedro, esperándole.


(¢) Carlos Parejo Delgado

No hay comentarios: