domingo, 3 de julio de 2016

Impunidad


Lo detuvieron cuando discutía de tú a tú con su compañera a la altura de un semáforo. De nada sirvió que ella repitiese hasta la saciedad a los uniformados que tan sólo se trataba de una discusión de pareja, y que él era un buen hombre que siempre la trataba de igual e igual y nunca le había puesto una mano encima. Lo bajaron del coche a trompicones, y, bajo la presunta acusación de violencia de género, se lo llevaron esposado para comisaría. Allí le partieron la cara. Por la cara, sin mediar motivo alguno. Aquellos eran de esos agentes con la mano algo suelta. Cuando el médico vino a reconocerlo, le pidió que le extendiese un parte de lesiones, pues tenía intención de denunciar la agresión sufrida. "¿Qué agresión? —le respondió el amable galeno— Tú te has caído y aquí no se hable más." Al día siguiente fue puesto en libertad sin cargos. Y todo esto sucedió, cómo no, en Venezuela, y se puede contar porque allí, pese a ser una espantosa dictadura, no hay ley mordaza.

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