domingo, 12 de diciembre de 2010

El último viaje de Gulliver


NO sé cómo ocurrió, no me lo explico. El caso es que esta mañana, al despertar, en lugar de en la cama, ya estaba aquí, tumbado cara a las sobras del eclipse y atado al miedo en mitad de este yermo sin confines. Y lo peor de todo es este inconmensurable ejército de hormigas que con creciente hostilidad me asedia. Desconozco sus intenciones, pero comienzo a temer que hayan venido hasta aquí movidas por el ávido deseo de despedazar y deglutir los despojos putrefactos de mis sueños; me siento como Gulliver en el país de las pesadillas. Hace ya rato pensé que, en esta lamentable y más que ridícula situación, sólo Alicia podría socorrerme. Y la llamé a gritos. Pero un conejo blanco que pasó junto a mí a la carrera, me informó de que, sedienta, había comido tal cantidad de panecillos blancos que terminó por desaparecer para siempre. No llegué a comprender del todo lo que había querido decirme -siempre se me atragantaron las metáforas-, pero lo sentí por Alicia. Ya sólo me queda esperar a que caiga la noche.

1 comentario:

Dafne dijo...

Yo también lo siento por ti..porque como no pase el cazador aquel,que arrepentido se retiró a la vida ascética..las hormigas darán buena cuenta de ti.