domingo, 25 de octubre de 2009

Cae la tarde


A Isabel -

"¿Dónde estás, vida?
–me pregunto–
cuando se extingue el cigarrillo de esta hora."

Isabel Guevara

Cansada y sin aliento
Cae la tarde
Desollando la piel de sus rodillas
Hasta llegar al hueso, mudarse en un muñón
Purpúreo y purulento

Rendido a los conjuros de lo opaco
De un firmamento huérfano.

Sin lumbre no hay certezas,
Sólo un rescoldo que se finge llama
Y en cópula sublime con la duda
Engendra en sus enigmas el poema
Por no abrasar del todo la esperanza.

El dogma no es vivero para el canto;
La música crepita en solitud
Lo mismo que una rosa henchida en fuego
Se duele codiciando ser vestigio
Helado e insensible en lo perpetuo.

Acerba es la sutura de los versos,
Aullido desgarrado en la garganta
Del frágil territorio de la sangre,
En tanto el humo leve de las horas
Inerme se disipa en la negrura
Y el fuego languidece sin veneros.

No obstante la elegía de la noche,
Mañana se alzará de nuevo el día
Erguido en las muletas que, sediento,
Creará con la osamenta del crepúsculo,
Y, aullando igual que un lobo, hacia el ocaso
Ira buscando el duelo del orgasmo
Que erige el sinsentido de la vida.

Prosaica y sin encanto es la quietud
Que aguarda agazapada en lo infinito;
Jamás anticipemos las cenizas.

4 comentarios:

Alma dijo...

Sin palabras...

un beso

Alma dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Ay Dios, espero escuchar por mucho tiempo el repiquetear de las muletas. Me asusta la quietud agazapada.
Hermosos versos Rafa.
Besos

Caminante dijo...

Nos queda la esperanza,
nos queda la palabra.
PAQUITA