Tirado, ebrio de muerte sobre el crudo
Y gélido albañal del calabozo,
Ruego a la noche que derive eterna
Y extinga entre sus dedos la agonía
Que itera el corazón cada alborada.
Pero amanece. Se alza el sol fundiendo
La escarcha que aprisiona los cerezos
Y el manto de penumbras que guarece
Los ojos del rocío de lo lúcido.
Después, entre el salitre y los anhelos,
Exhausto te vislumbro en lontananza
Y sube hasta la boca una sonrisa
Amarga y espantosa ante el axioma
Central sobre el que eriges tu liturgia:
Jamás juntos tú y yo en el tabernáculo
Que dar a luz pudiera a la herejía:
Tormenta y sed ante Hestia cohabitando.
Y gélido albañal del calabozo,
Ruego a la noche que derive eterna
Y extinga entre sus dedos la agonía
Que itera el corazón cada alborada.
Pero amanece. Se alza el sol fundiendo
La escarcha que aprisiona los cerezos
Y el manto de penumbras que guarece
Los ojos del rocío de lo lúcido.
Después, entre el salitre y los anhelos,
Exhausto te vislumbro en lontananza
Y sube hasta la boca una sonrisa
Amarga y espantosa ante el axioma
Central sobre el que eriges tu liturgia:
Jamás juntos tú y yo en el tabernáculo
Que dar a luz pudiera a la herejía:
Tormenta y sed ante Hestia cohabitando.
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