martes, 9 de octubre de 2018

En la picota


me arranqué una costilla
y se la di a los perros
a cambio de la rosa
prohibida
                  ellos comieron

yo la metí en el hueco
de mi costado herido
para parar el flujo
del aullido y la sangre

desde entonces el viento
no halla el norte y el sol
se eterniza en su cénit
regando las espinas
que brotan desde el fondo
de la caverna en ruinas

pena grande estar ciego
de luz y no alcanzar
a lamer el rocío

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