Que no te quepa duda;
cualquier experimento
mejor con gaseosa.
O trinitrotolueno.
Pero no arriesgues nunca
en un experimento
de índole cualquiera la palabra.
Es seguro que el verbo
más temprano que tarde
saldrá, para partirte
en dos, por la culata.
Por poner un ejemplo:
la escritura automática.
Qué sindiós; ¡automática¡
¿Qué poeta ligó
a un acto de escritura
semejante adjetivo?
¡Pero si esa escritura
nace como una mantis
desde ese incontenible delator
al que alguien dio por nombre subconsciente!
Hay que escribir con método.
Respetando los cánones
que engendraron los clásicos.
Y poco más; no corras
riesgo alguno y evita
coquetear al unísono
con abismo y poema.
La escritura automática
primero te desnudaría, luego
te arrancaría a tiras
la piel, devoraría
tu carne hasta dejar
al descubierto el tuétano
y escrito en él, con nombres
y apellidos. tu estúpido
listado de fracasos,
el pormenor de todos
tus miedos, el lugar
funerario en que yacen
tus anhelos. Y el caos.
Como una maldición,
automático, el caos,
la verdad automática.
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
2 comentarios:
La literatura, como la ciencia, está fascinada por comprender lo que sucede en el cerebro humano, y la escritura automática es el estilo que representa ese esfuerzo
Por eso yo no escribo poesía, me desnudo demasiado cuando escribo. :) Un besito Rafa
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