Entre ayer y hoy, el empresario Amancio Ortega (accionista mayoritario de Inditex) aparece por partida doble en los medios de comunicación de España. Una por, al menos por unas horas, haberse convertido, según Forbes, en la persona más rica del mundo, desbancando del primer puesto a Bill Gates. En 79.600 millones de dólares estima Forbes el valor del actual patrimonio de Ortega, unos 72.000 millones de euros al cambio actual. Y la otra por haber donado 17 millones de euros para equipar la sanidad gallega, dejando una vez más, como hiciera allá por 2012, donando 20 millones a Cáritas, aflorar su inagotable vena altruista. Cojonudo. Porque resulta maravilloso a la par que prodigioso, que nuestros millonarios patrios ―y con qué derecho, ante tamaños arrebatos de generosidad, nos vamos a poner a cuestionar el modo en que hayan podido hacer su fortunas— dediquen parte de las mismas al bienestar del pueblo. Y a la vista del gesto de Ortega, no puede uno evitar pensar lo ingratos que pueden llegar a ser, por ejemplo, esos autónomos precarios y mileuristas, permanentemente rezongando por tener que soltarle al fisco, entre IVA y IRPF, poco más de un 35% de lo que ingresan, a fin de, como les corresponde, contribuir al mantenimiento del depauperado Estado del Bienestar de la Una, Grande y Libre, así como a saciar la gula desmedida de la horda de parásitos que la vampirizan. Aprended de Ortega: 17 millones de sopetón, todo un 0,024% de su fortuna, 24 céntimos de euro por cada mil. Yo, al menos, me estoy pensando muy seriamente seguir su ejemplo. Y es que uno, después de 30 años de trabajo, entre el piso de 90 metros en un barrio obrero, el coche machacado a kilómetros y unos ahorrillos reservados para situaciones de emergencia, podría contar con un patrimonio aproximado de unos 100.000 euros. Eso sí, en régimen de gananciales. Así que, de esos 50.000, mañana mismo estoy donando ―a fin de, por ejemplo, contribuir tantas veces como haga falta al saneamiento de la banca privada del Reino de España― los 12 eurillos que se corresponderían con el 0,024% dedicado a la mejora de la sanidad gallega por Ortega. Eso sí, espero, a cambio, que mi gesto sea reseñado en todos y cada uno de los medios de comunicación de media Europa. Y que se valore la posibilidad de concederme el honor de Hijo Predilecto del Real Betis Balompié y viva manque pierda, así como de tomarme en consideración para entrar a formar parte de algún que otro listado de grandes benefactores de la patria y Santiago y cierra España.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
Yo te nombro hijo predilecto del Betis, pues naci en el barrio de Heliópolis, y a Montoro y sus impuestos, que Dios lo tenga confesado
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