Te miras al espejo
y tu rostro sombrío
—¿o no es este tu rostro?—
te anega de un espanto
viscoso cual la brea
o las noches de insomnio
en las que se te niega
el placebo precario
de parir un poema.
Una ira defensiva
se desata de súbito
en tu estómago y sube
hasta el puño quebrando
en añicos la imagen
que eclipsaba el azogue.
Y se hace una luz pozo
y no eres tú ni nadie,
y a tientas, dando tumbos,
escapas de su brillo
y te ocultas en lóbregos
callejones buscando
un charco de agua sucia
donde poder de nuevo
vislumbrar reflejada
la pátina gravosa
que temes y amas tanto.
La máscara más cara
es la de la tristeza.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
2 comentarios:
Son hermosos de principio a fin Rafa.
Me quedé pensando, no, no es mi rostro! Ese espejo me engaña.
Besos
Rostro triste asusta hasta al espejo
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