-Se ha puesto el sol. La noche se ha metido en tus ojos, igual que aquel caballo que, en su vientre, llevó la ruina a Troya. Dime qué estrellas ves desde tu torre.
-Veo barcos alejándose, camino del calvario.
-Veo barcos alejándose, camino del calvario.
-No es cierto: el puerto queda detrás de las montañas.
-Pero lo estoy soñando. Veo las olas alzándose, como tigres de fuego, calcinando los mástiles.
-¡No digas más, me hieres!
-No digo. Soy silencio. Y es imposible herir los despojos de un muerto.
-Pues lánzame una escala. Prometo no mirarte, cuando llegue a tu sexo, a los ojos ni el diente.
1 comentario:
Qué fusión: la de la noche en los ojos y ese ser silencio tan paradójicamente bello.
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