Al margen de onanismos litúrgicos sin pies ni cabeza, pedir perdón por
una falta sólo tiene sentido cuando se solicita por una acción u omisión
que produjo a otros un perjuicio de manera no intencionada ni prevista.
Pero cuando ese daño ha sido perpetrado con premeditación, nocturnidad y
alevosía; cuando el hecho o la omisión han sido originados por el
pérfido deseo de sacar tajada a costa del dañado, venir a pedir perdón
una vez que te han pillado, supone transmudar la
afrenta en ignominia, una burla intolerable. No, en estos casos ni se
pide perdón ni se perdona; se apechuga con las consecuencias. O eso, o
ganarte, amén de la ya atesorada de criminal o delincuente sin
escrúpulos, la condición de cobarde.Y ya hay bastante mierda en esta
inmensa letrina en la que han convertido a España, para tener que
aguantar a una horda de ruines y apestosos cagones.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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