lunes, 6 de agosto de 2018

Paisajes huelváticos (9). Las Marismas y esteros de Isla Canela (Parte segunda).(Carlos Parejo)


El paisaje vegetal de los esteros y marismas de Isla Canela está compuesto por las siguientes formaciones: árboles singulares y aislados; retamares, cañaverales y juncales e hierbas verdes de los sapales y juncales.

El reino vegetal en su estrato arbóreo sólo está presente por la intervención del hombre, que ha plantado diversas especies (eucaliptos, chopos o pinos) que por su verticalidad funcionan como “hitos” visuales que permiten orientarse en la planitud laberíntica de las marismas. Otro hito visual son los “faros”, que alumbran la entrada y salida de embarcaciones pesqueras y recreativas: “Desde lo alto del cabezo de los Mellizos, los eucaliptos de don Cipriano el Temido parecían gigantes custodiando las marismas del San Bruno, sombras fantasmales que se alzaban dominadoras entre la neblina matutina.”

El paisaje vegetal predominante en las marismas de Isla Canela son la especie arbustiva de las retamas, capaz de rebrotar de sus raíces tras los incendios y adaptadas a loa ambientes secos. El autor rebautiza con esta nueva toponimia a dicho territorio: “Isla de las Retamas”. Sus rasgos más destacados son:- Constituyen formaciones arbustivas cerradas e intrincadas, protegiéndose así del efecto desecante de los vientos. –Tienen una época de floración (entre febrero y abril) que llena de colorido la textura ocre de los terrenos marismeños. Sus flores son amarillas-anaranjadas. – Su piel arisca y denso perfume producen una sensación peculiar a los habitantes y visitantes. Además, las retamas albergan –a modo de selva arbustiva- diversas especies de fauna en su interior, tanto pequeños mamíferos como conejos, erizos y liebres, como ofidios (víboras) y, sobre todo, las aves de tierra (alcaravanes, etc.). Este arbusto está omnipresente: “Las retamas se turnaban para estar en flor los doce meses del año y el aire se convertía en un murmullo de abejas, pájaros y mariposas… En la negrura del retamar es donde crecen las hierbas salvajes”

En determinados parajes de la Isla, cobijados de los vientos por los muros creados por los colonos, aparecen formaciones vegetales características como cañaverales y juncales, en formaciones también muy apretadas, que albergan su propia fauna en el interior, y son objeto de recolección tradicional como fibras para artesanías diversas.

En el último escalón del paisaje vegetal se encuentran las hierbas verdes que crecen en los fangales y zapales, cuando no están inundados. Sirven de alimento al ganado pasturante (vacas y cabras) y, cuando coinciden con arenas movedizas, pueden ser una trampa mortal.

El paisaje agrario es superficialmente minoritario en extensión. Se circunscribe a los alrededores de los chozos y casas de los colonos de Isla Canela. Cuando se trata de terrenos de secano son parcelas alargadas donde se siembran rotativamente cereales (trigo y cebada) y legumbres (habas. Garbanzos, etc.). El pozo que acompaña a la vivienda del colono permite la existencia de pequeñas huertas dedicadas a frutales (peros, naranjos, etc) y hortalizas (papas, lechugas, melones). Un elemento lineal característico de este paisaje agrario son los vallados vegetales que resguardan ambos lados de los innumerables caminos rurales. Se trata de vallados de tuneras y manguales que no sólo defienden las propiedades de los colonos sino que eventualmente proporcionan alimento a éstos y al ganado. E, incluso, sirven de resguardo a la fauna silvestre: “En la Isla, las lindes eran los vallados de tuneras o de mangueleras, prolongadas hasta el infinito… separaban las parcelas de los colonos. Las tuneras protegían del ganado propio o ajeno y alimentaban con sus frutos a los pájaros. Los mangueles eran exquisitos manjares para las vacas en el crudo invierno…”

(¢) Carlos Parejo Delgado.

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