Aquella noche que astrónomos y mendigos habían previsto como una de las más lúgubres de los últimos milenios, se amaneció luminosa como un mediodía de agosto. Así, los enamorados que, en sus arrumacos de miel y abejas zumbando, se vieron sorprendidos por ese fulgor inesperado, al mirar al unísono hacia la luna con la baba caída y ojos lánguidos y desprevenidos, quedaron de inmediato completa e irremediablemente ciegos y, en consecuencia, su amor ya duró hasta el día en que la muerte llegó a separarlos.
Yo, por mi parte, aún sigo vivo. Aunque lo cierto es que aquella noche llevaba puestas gafas de luna para tratar de ocultar el enorme orzuelo que, inmisericorde, había elegido como morada mi párpado inferior izquierdo. Es por ello que, a efectos meramente estadísticos, mi caso, tal vez, carezca de relevancia.
3 comentarios:
Jjajaja...que manera de aprender cosas contigo,no sabía yo de kamaveda.
No se si realmente el amor es algo ciego y sin nombre,eso para los jovencitos,los que ya estamos en edad..lo vemos todo, hasta demasiado,diría yo...nos hacemos más compresivos.
Cuida tus ojos!!!
He buscado el significado de Kamadeva, ya que no lo conocía
"Dios del deseo sexual".
Muy interesante ese Dios. :-)
Besitos.
Bueno, pues, te hicieron un favor,Rafa, "jomío"
porque ¿qué ibas a hacer tú si te hubiera alcanzado el dichoso fulgor, además de limpiarte la baba caída...je je ?
¿Cómo ibas a escribir todos esos "pluri-logos" que gesta tu testa cieguito del tó ?
Tendríamos que seguir tus pasos y tu verbo, al modo Homérico y ...
¡ a saber por qué vericuetos nos metías que te conocemos, Rafa, te conocemos !
Besitos, "corasón"
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